lunes, 22 de octubre de 2007

Repudiamos enérgicamente las agresiones a militantes de H.I.J.O.S. y exigimos que se investigue hasta las últimas consecuencias

Desde la Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos Entrerrianos y en Entre Ríos (AFADER) repudiamos enérgicamente los hechos ocurridos el pasado sábado a la madrugada en la ciudad de Nogoyá, provincia de Entre Ríos, y nos solidarizamos con los integrantes de H.I.J.O.S. Regional Paraná.
En el marco de las jornadas de Teatro por la Identidad organizadas en esa ciudad, los integrantes de H.I.J.O.S. Regional Paraná, fueron agredidos en un local del lugar, por policías de la provincia, algunos inclusive vestido de civil, quienes se identificaron como pertenecientes a dicha fuerza.
Por su parte, las autoridades policiales de la mencionada localidad manifestaron, en los medios, que los acontecimientos no sucedieron de la manera como los habían denunciado los militantes de H.I.J.O.S.
Es por esto, y ante la magnitud de la situación, que exigimos que se investigue hasta las últimas consecuencias, y que no se pretenda negar la realidad convirtiendo a las víctimas en victimarios, como otra construcción más de la impunidad que vivimos los argentinos.
En nuestra larga lucha por la Justicia, la Verdad y la Memoria, consideramos que cualquier situación que agravie nuestras banderas debe ser rechazada. Los ideales y principios que siempre nos han guiado pretenden dignificar la lucha por la construcción de una sociedad basada en el Estado de Derecho, en la solidaridad, y en la plena vigencia de los derechos humanos
Por Memoria, Verdad y Justicia.

jueves, 18 de octubre de 2007

Nogoyá recibe al Primer Encuentro Provincial de Teatro X la Identidad

Del 19 al 21 de octubre se realizará la Primera Muestra Provincial de Teatro por la Identidad (TxI) en Nogoyá. Esta ciudad entrerriana tiene 17 ausencias “que nos han dejado una huella identitaria socialmente hablando”, dijeron los organizadores, para simbolizar las heridas que dejó la dictadura militar. “Preguntarnos por la identidad de nuestra ciudad es reconstruir nuestra historia e intentar que el pasado deje de ser presente, en tanto y en cuanto se haga justicia; para así poder construir un futuro”.
TxI es una iniciativa de teatristas comprometidos, nacida en 2000 con el objetivo de contribuir a la búsqueda iniciada por las Abuelas de Plaza de Mayo y la agrupación H.I.J.O.S., de más de 400 niños, hoy jóvenes que aún no conocen su verdadera identidad; apropiados por manos de las estructuras represivas de la última dictadura y viviendo bajo una identidad falsa.
El cronograma de actividades es el siguiente:
-Viernes a las 11, en la Escuela Técnica, se presentará la obra Amarillos Hijos, del Grupo Teatro del Bardo (Paraná). A las 21 será la apertura oficial en la Casa de la Cultura. A las 22, en el Instituto Nogoyá de Enseñanza Comercial (Nocturno) se verá la obra El cuarto del Recuerdo, del Grupo de Teatro Rosario del Tala de dicha ciudad.
-Sábado, desde la mañana hasta la tarde se llevará a cabo el Taller de Teatro Comunitario, a cargo de Alejandra Arosteguy (directora de la experiencia de Patricios, provincia de Buenos Aires), en la Asociación La Cultural. A las 21.30 en el mismo lugar, se presentará Paso de dos, del Grupo Metamorfosis (Paraná).
-Domingo a las 20.30, en la Asociación La Cultural, se realizará una función de Mamita dijo, del grupo Locas de Atar (Paraná). Y a las 21.30, se verán los espectáculos Una Valija; El pañuelo y La Muñeca; del Grupo Por qué no…?
TxI - Sede Nogoyá cuenta con el apoyo del Movimiento de Teatro por la Identidad a nivel Nacional, Abuelas de Plaza de Mayo, agrupación H.I.J.O.S. Regional Paraná, AFADER, Faden, Municipalidad de Nogoyá, Secretaría de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de Entre Ríos y el Instituto Nacional del Teatro.

martes, 16 de octubre de 2007

El fotógrafo Gustavo Germano presenta el libro “Ausencias” en Barcelona

Se inaugura hoy en Barcelona la exposición del libro-catálogo Ausencias, del reportero gráfico entrerriano Gustavo Germano, radicado en España desde hace unos años. Se trata de un proyecto fotográfico acerca de las víctimas de la represión ilegal y desaparición forzada de personas instaurada por la dictadura militar argentina entre 1976 y 1983. El libro fue prologado por el periodista Horacio Verbitsky y fue posible “gracias a la colaboración de la Casa America Catalunya desde este lado, y de AFADER, H.I.J.O.S. Regional Paraná y el gobierno entrerriano”, según dijo el propio autor. Las fotos estarán expuestas hasta el 21 de diciembre en la Casa América Catalunya.
Ausencias es un proyecto expositivo que partiendo de material fotográfico de álbumes familiares muestra 14 casos a través de los cuales se pone rostro al universo de los que ya no están: trabajadores, militantes barriales, estudiantes, obreros, profesionales, familias enteras; ellas y ellos víctimas del plan sistemático de represión ilegal y desaparición forzada de personas, instaurado por la dictadura militar argentina, entre 1976 y 1983”, reza la presentación del proyecto que presentará Germano este martes.
El fotógrafo entrerriano, que tiene a su hermano Eduardo Mencho Germano desaparecido, está radicado en España desde hace varios años. Con esta muestra “regresa 30 años después, acompañando con su cámara a los familiares y amigos a los mismos lugares en que fueron tomadas aquellas fotografías para, en similares condiciones, volver a hacerlas, ahora con la hiriente presencia de la ausencia del ser querido”.
En la página
www.gustavogermano.com se consigna que “los trabajos, expuestos en un diálogo constante entre antes y ahora, muestran los cambios en el entorno y el paso de los años. Y esos dos tiempos en un imposible paralelo de ausencia-presencia”, y se agrega: “Ausencias busca y encuentra en la complicidad de los familiares su razón de ser. En su actitud militante los familiares de las víctimas reivindican, posando ante la cámara, el espacio que también debía haber sido ocupado. Y en ese vacío, vemos a aquellos que ya no están”.
El libro está prologado por el periodista Horacio Verbitsky, que asegura que “más que los juicios penales, las investigaciones periodísticas o los ensayos filosóficos, el arte da cuenta del vacío lacerante que la ausencia inexplicable provoca”, y que “las fotografías de Gustavo Germano y los puntos en que cada leyenda reemplazan al nombre ausente, evocan ese trauma fundador de la identidad argentina contemporánea y nos inducen al misterio del tiempo con la muda violencia de un gesto congelado”.
La exposición será inaugurada el próximo martes a las 19 hora local (15 de Argentina) en la Casa América Catalunya, con la presencia de Verbitsky y del consejero de Relaciones Institucionales de la Generalitat de Catalunya, Joan Saura.

miércoles, 10 de octubre de 2007

“La condena de Von Wernich simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura”, dijo Tati Almeida

“Este martes fue un día histórico”, expresó Tati Almeida, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Visiblemente conmovida celebró la condena del ex capellán de la Policía Bonaerense Christian von Wernich por crímenes cometidos en el marco de un genocidio entre 1976 y 1983 y expresó que el enjuiciamiento del cura entrerriano “simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura”. No obstante, admitió que “aún queda mucho por hacer, porque esta es la punta del ovillo”.
Mabel Tati Almeida -cuya madre es oriunda de Paraná y familiar del ex gobernador radical Raúl Lucio Uranga- destacó que “jamás” imaginó que sería testigo del momento en que Von Wernich recibiera su sentencia. “La condena simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura. Es la primera vez que se sienta en el banquillo de los acusados a un sacerdote que no le hace ningún honor a Entre Ríos”, resaltó la histórica militante. No obstante, admitió que no debe olvidarse que muchos religiosos “enaltecen a la Iglesia”.
Más adelante, no dejó de destacar que “la justicia llegó gracias a la lucha inclaudicable de los organismos de derechos humanos”, y aseguró que la condena del ex capellán concordiense es sólo “la punta del ovillo”.
Al otro día de conocerse la sentencia contra el cura Von Wernich, recordó que luego del juicio participó de algunos festejos: “Cuando llegué a mi casa lloraba de alegría y de tristeza porque siempre tengo presente a mi hijo Alejandro, que tenía 20 años cuando lo desaparecieron”. Militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fue secuestrado el 17 de julio de 1975 por la Triple A y nunca se supo nada de él. “Hablé con él y le decía con alegría: ‘Ale, querido mío, por fin se está haciendo justicia’”, evocó Tati.
Como síntesis de su impresión tras la condena del cura concordiense, expresó que “si en aquellos años la Iglesia hubiese reaccionado de otra forma la suerte de nuestros hijos sería diferente”.

Fuente: A quien corresponda (Radio Del Plata Paraná)

martes, 9 de octubre de 2007

En un fallo histórico, el cura Von Wernich fue condenado por crímenes cometidos en el marco de un genocidio

El ex capellán de la Policía Bonaerense Christian Federico von Wernich fue condenado a reclusión perpetua por siete homicidios, 34 secuestros y 31 casos de torturas cometidos el marco del genocidio ocurrido entre 1976 y 1983 en la Argentina. El fallo es histórico porque es la primera vez que la Justicia argentina encuentra culpable por crímenes cometidos durante la dictadura falla contra un miembro de la Iglesia Católica. En la lectura del fallo, el cura concordiense se mostró inmutable y luego fue conducido, esposado, al penal de Marcos Paz.
Después de tres meses de proceso oral, el Tribunal Oral Federal Número 1 de La Plata -integrado por Carlos Rozansky, Horacio Insaurralde y Norberto Lorenzo- condenó al confesor del represor Ramón Camps por considerado partícipe necesario en la privación ilegal de la libertad agravada de 34 personas y coautor de la aplicación de tormentos agravados de 31; y coautor de la privación de la libertad agravada y del homicidio triplemente calificado de siete personas. Se consideró que se trata de “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar en la Argentina entre 1976 y 1983”, y se fijó una pena de reclusión perpetua, que es la máxima que establece el Código Penal.
Eran las 19.39 del martes 9 de octubre. Von Wernich había entrado nueve minutos antes, detrás de seis miembros del servicio penitenciario. Uno de ellos le sacó las esposas y el hombre se sentó tras el vidrio blindado especialmente preparado para este proceso. Como en todas las (pocas) oportunidades que se hizo presente en el recinto, llevaba un chaleco antibalas y el cuello que lo identifica como sacerdote. Un crucifijo, detrás de los magistrados, presidía la audiencia.
La lectura de la sentencia fue corta ya que los fundamentos del fallo de los jueces Carlos Rozanski, Norberto Lorenzo y Horacio Isaurralde se conocerán el próximo 1° de noviembre. Pero Von Wernich tuvo que escuchar los nombres de todas sus víctimas. Mientras Rozanski leía los hechos por los que estaba siendo condenado, el ex capellán bajo la mirada. Y cuando el juez mencionó la palabra “genocidio” fue interrumpido por los aplausos del público.
El cura se mantuvo imperturbable. Fue sacado de la sala bajo un escudo de los penitenciarios mientras el público festejaba a los gritos. “Ahora, ahora resulta indispensable aparición con vida y castigo a los culpables”, se escuchaba mientras algunos se paraban en las sillas y levantaban pañuelos blancos con la cara de Jorge Julio López, el testigo que desapareció después de declarar contra el represor Miguel Etchecolatz.
Von Wernich habló de paz, reconciliación y acusó de mentir a los testigos que describieron cómo entraba y salía de los centros clandestinos de detención

“Si no tenemos paz no nos vamos a reconciliar nunca”, fueron algunas de las palabras que pronunció el ex capellán policial, Christian von Wernich, al hablar antes de que se dictara la sentencia que lo condenó a reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Con gestos ampulosos, el cura oriundo de Concordia leyó pasajes bíblicos en los que hizo alusión a “testigos falsos” y citó al arzobispo de Buenos Aires y presidente del Episcopado, Jorge Bergoglio, al referirse a la homilía ofrecida por éste el domingo último en Luján, en la que dijo que “sabemos que hay alguien que no quiere la verdad: es el padre de la mentira, el demonio”.
“Tenemos paz, podemos reconciliarnos, no tenemos paz no nos vamos a reconciliar nunca”, dijo Von Wernich en otro tramo de su relato que duro unos minutos y puso fin a las audiencias después de más de tres meses. También se animó a decir que “ningún sacerdote de la Iglesia Católica Apostólica Romana violó el sacramento de la confesión a lo largo de los dos mil años de historia o lo usufructuó para fines no determinados que es devolver al hombre la paz, sanar ese corazón herido y reconciliarlo con Dios”, como si eso lo exculpara de sus crímenes. “El sacramento de la confesión o de la reconciliación le da la oportunidad al hombre de hacerlo y a nosotros los sacerdotes de la Iglesia la oportunidad de administrarlo y compartirlo”, agregó.
También señaló que “el hombre que quiere reconciliarse con el hombre y con Dios necesita paz, sino tiene paz va a obrar por un corazón herido, por un corazón lamentablemente lleno de problemas y de circunstancias negativas”.
Durante su relato citó a la Biblia para referirse a que “testigo falso es el demonio, porque está en la mentira, no está en la verdad, están preñados de malicia, concibiendo a la maldad y dando a luz la mentira. Estos corazones son los que tenemos que tratar de erradicar en el hombre”.
En otro tramo de su relato, expresó que “el fin no justifica los medios y si queremos llegar a la verdad hagámoslo con paz, con reconciliación, porque un corazón preñado de malicia es un corazón que no entiende lo que Dios quiere”.
Durante su exposición ante el Tribunal, el cura hizo referencia también al crucifijo ubicado detrás del estrado de los jueces y señaló que “ahí está Cristo”, y tras preguntarse por qué estuvo ahí, se contestó: “Tuvo un juicio apoyado por el pueblo que le pidió que lo crucificara”. Sin embargo, el sacerdote agregó que “luego resucitó y lo primero que hizo fue aparecérsele a los apóstoles y les dijo la paz esté con ustedes, porque la paz trae al corazón del hombre la oportunidad de pensar libremente y quita todo aquello que molesta. Si tenemos paz, podemos reconciliarnos, si no tenemos paz no nos vamos a reconciliar nunca”, concluyó el ex capellán de la Policía Bonaerense.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Mujeres de acero

Emotivo, sensible, conmovedor, profundo y cuantos adjetivos caben para describir lo vivenciado en la presentación del libro Nosotras, una obra colectiva de 112 presas de la última dictadura militar el último viernes en Paraná. Y tanto fue así que la Sala 2 del Centro Cultural La Hendija estaba desbordada, abarrotada. El abrazo de ex detenidos políticos que se reencontraban era una postal. Los ojos llenos de lágrimas de un hombre al oír las historias que rebotaban desde el púlpito era otra imagen. Y cuanta gente que empieza a comprender que la impunidad de los crímenes del ayer es un reflejo de la calamidad que como sociedad padecemos hoy. Durante un par de horas, la memoria y el dolor se entremezclaron con la risa en anécdotas de un grupo de mujeres que soportaron las peores miserias, privaciones, secretos, añoranzas y deseos en el penal de Devoto entre 1974 y 1983.

Por Sandra Miguez (*)

“Me estremecieron mujeres
que la historia anotó entre laureles
y otras desconocidas, gigantes
que no hay libro que las aguante…”.
Silvio Rodríguez

Cómo empezar a contar una historia de cientos de historias. Cómo recoger además la intimidad sentida y el imaginario colectivo de 112 mujeres que pasaron por una experiencia común: ser presas políticas de la última dictadura militar, que estuvieron sometidas a toda clase de torturas y vejámenes en distintas cárceles y centros clandestinos del país, que coincidieron en la cárcel de Villa Devoto.
Eso es lo que intenta Nosotras, presas políticas, un libro editado por Nuestra América, un emprendimiento colectivo, “en una sociedad y en un período de imposición hegemónica del individualismo a ultranza” como dicen las autoras.
“Siempre dijimos ‘tenemos que escribir esto’, pero la que se empeñó en hacerlo realidad fue Mariana Crespo”, dice María Claro (foto), paranaense y participante de esta recopilación de cartas, poemas y dibujos que las presas políticas enviaban a sus seres queridos. María vivió en carne propia las barbaridades de la represión y violación de los derechos humanos, como todas. “Había compañeras con las cuales los militares se ensañaban para quebrarnos emocionalmente”, recuerda María y señala “desprenderse del ego de cada una, darse cuenta que no éramos las únicas que sufríamos, eso nos ayudó a sobrevivir”.
En Nosotras… se amontonan recuerdos, testimonios imborrables que se han convertido en una forma de sublimar la experiencia del dolor. “Es muy importante todo lo que hicimos para sobrevivir, intentábamos recuperar la alegría, porque eso nos permitió volver a empezar, nos permitió criar a nuestros hijos, trabajar; nos dimos distintas estrategias para superar las situaciones límite que nos tocaron pasar”, reconoce María, que recopiló junto a las otras compañeras las notas, los garabatos, los sueños, sin ocultar nada.
“No se esconde el dolor, el llanto, la tortura, la muerte, la presencia permanente de la lobosidad del ser humano; y todo esto se contrarresta con la rebeldía, la poesía, las postales, los dibujos, las cartas, los retratos de sus hijos, el humor y el amor que conviven en la diaria lucha de vivir sobreviviendo en los pantanos de la insensatez”, advierte en sus primeras páginas este trabajo.
Para todas, Mariana Crespo fue una luz, “un cascabel”, como la describe María con un lenguaje simple pero emotivo. De su puño y letra, sus compañeras recogieron una carta escrita donde decía: “No hemos perdido la alegría y vive encendida la confianza de que llegará el día que la felicidad será de todos. Algo me dice que volveré”. Sus compañeras contestan: “Sí Mariana, volviste, y vuelven todas y todos, a través de este libro testimonio que enciende la esperanza por esa felicidad añorada e ilumina para ver lo que nunca más debe volver a ocurrir”.
Mariana no alcanzó a ver este libro hecho realidad, un cáncer le terminó por arrebatar la vida. Pero vuelve en cada uno de los testimonios de sus compañeras, que le dedican la obra.
“Éramos tantas y teníamos tanta euforia que parecía difícil llegar a concretar este sueño, así que nos organizamos en grupos y decidimos recopilar las cartas y trabajar sobre ellas, ahí estaba toda nuestra historia”, comenta María.
“Mas allá de que esas cartas estaban censuradas, se podía trascender, siempre teníamos formas de trascender, en clave, de una a otra, siempre llegaba afuera lo que queríamos decir y saber. Y las cartas fueron el elemento concreto para que ese disparador empezara a concretarse”, rememora esta mujer que durante seis años estuvo presa por una decisión política que, como señala la socióloga Inés Izaguirre en el prólogo, pasó, como las demás, por “la serie infinita de crueldades disciplinadotas: sacarles los bebés y los niños de sus brazos, prohibir las visitas de contacto, prohibir absolutamente todo, hasta la lectura, hasta guardar en los bolsillos pequeños objetos, pedacitos de tela, huesitos, tornillos, todo aquello que sirviera para el trabajo manual, que también estaba prohibido”.
María -como tantas otras- fue separada de su hija cuando ésta apenas tenía 45 días de vida y la volvió a ver cuando la nena ya cumplía los siete años. “No es una historia nueva”, dice María Claro y remarca: “Leo historias de compañeras y no puedo dejar de conmoverme frente a historias que ya las he escuchado un montón de veces, pero son como una nueva revelación y siempre me acuerdo de esa frase de Benedetti que dice ‘vuelvo, quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mejor historia, conozco el camino de memoria, pero igual me sorprendo’, y eso lo llevo conmigo; me vuelvo a sorprender y cada vez encuentro algo nuevo”.
Tal vez por las coincidencias, María trae a su memoria a una de sus compañeras, Rosita Rivero, cuya historia no figura en el libro y sin embargo es la historia del encuentro de tantas familias desarmadas. Rosita alcanza a dejar a su beba detrás de un sofá cuando siente que llegan a buscarla. Unos vecinos rescatan a esa criaturita y se mudan. Rosa desde la cárcel pierde contacto con esa criatura y nunca más volvió a saber dónde estaba su hija. En 1981, a través de organismos internacionales, Rosa -que es de nacionalidad boliviana- es sacada del país hacia Suiza y desde allí inicia la búsqueda de su hija a través de la organización de Abuelas. “Un día llega una familia a las Abuelas y dice que ellos tienen una criatura, pero que la quieren tanto que no se quieren desprender de la nena, pero que saben que debe haber alguien que la está buscando”, vuelve a relatar María recordando a una de las primeras restituciones que logró Abuelas de Plaza de Mayo, que finalmente hizo que Rosa se reencontrara con su hija en un aeropuerto en Perú, antes que la dictadura llegara a su fin.
Es imposible no conmoverse con sólo pensar en cada una de las historias particulares donde tantas Marías, tantas Ritas, fueron impedidas de acunar, de cantar, de contar cuentos, de abrazar a sus hijos, durante tanto tiempo, y tampoco de explicarles por qué estaba pasando lo que pasaba.
“Una no puede hablar de estas cosas sin quebrarse emocionalmente, pero una luchó para ver a sus hijos, luchó por la libertad, pero fundamentalmente luchamos por sobrevivir y por no salir locas de ahí”, dice María, que sabe por qué los represores se encargaban de vociferar a los cuatro vientos que de allí iban a salir muertas o locas.
Por eso cuentan anécdotas de cómo hacían para que cada día se recuperara la alegría. “Usábamos los colores de los paquetes de yerba para pintarnos un poco la cara, unos trocitos de grasa para conservar la piel, con hollín pintábamos los párpados porque en esa época se usaba así”, cuenta María como parte de la complicidad de las mujeres que se enfrentaban a todo, inclusive a la dura realidad de enterarse en la cárcel de la desaparición de sus compañeros, sus maridos, sus hijos, sus propios padres.
De esas historias a María le conmueve en particular una y otra vez lo que sucedió con Viviana Beguán. “Ella se entera de la desaparición de sus padres estando en la cárcel y eso se convierte en un objetivo claro, que es buscar los elementos de esa desaparición”. María cuenta cómo Viviana fue recuperando datos a través de unas nenitas -hijas de otra compañera- que habían quedado a cargo de los padres de Beguán. Las nenas fueron dando referencias de los lugares que transitaban con “los abuelos”. Así pudo tomar idea de que el último domicilio de sus padres había sido en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. “Las nenas le describen la casa, que quedaba cerca de una avenida, y la más chiquita, de cuatro años, le dice que había aprendido los números y que el abuelo le había enseñado ‘éste es el 1, con 1 empieza el número de nuestra casa’, entonces Viviana empieza a buscar en todas las calles la numeración 100 hasta que encuentra un geranio en la puerta de una casa, que era la flor que le gustaba a sus viejos, y las características de la casa coincidían con lo que le habían dicho las nenas. Logran entrar a la casa, que estaba cerrada, con la ayuda de una vecina que identificó a través de una foto a su padre y ahí encuentra que hasta diarios de 1977 había, cuando ya era 1983. Desde ese entonces la casa había quedado cerrada, las cosas estaban tiradas por el suelo; ropa, diarios, hasta el documento de su madre, todo era un vendaval porque la casa había sido allanada”.
El relato conmueve a María porque en esa casa también vivía su compañero, Armando Imas, que había desaparecido.

(*) Publicada en el semanario Análisis.