Compañero Beto Osuna, presente
Por Eduardo Ayala
El 7 de agosto pasado, después de más de 30 años, fueron formalmente sepultados los restos de Juan Alberto Osuna, de nuestro querido Beto o Nolo como solíamos llamarlo algunos que tuvimos y tenemos el orgullo de compartir con él militancia y sueños. Después de 30 años, familiares, amigos, compañeros, militantes políticos y sociales, organizaciones de derechos
humanos y ex detenidos estuvimos para reafirmar que seguiremos tozudamente en la búsqueda de la verdad y la justicia.
Por eso, por militancia y orgullo, te fuimos a buscar a la morgue de Oro Verde.
Ansiosos esperamos que vinieras como siempre a la cita. Y apareciste y nos emocionaste, con lágrimas que también son tuyas. Venías dentro de una caja chiquita como hecha a propósito para recordar tu estatura; la bandera de la Patria con la estrella federal te envuelve y te hace gigante por merecimiento; y te saludamos como siempre con la tranquilidad y el afecto que se siente estando entre compañeros. Cuando te vimos venir en brazos de tu mamá y de tus hermanos nos empezaste a aliviar la herida. Nolo, no perdés la costumbre de alegrarnos el alma. Así te escoltamos en este viaje, con la alegría de recibir al amigo que viene de lejos y que nunca se ha ido.
Cuando llegamos a tu nueva casa nos sorprendió la cantidad que éramos. Muchos esperaban en un silencio notable, un silencio que no se puede simular. Todo era emoción y respeto. Y ahí estábamos, casi todos. No fue necesario presentarte a los nuevos, vos los reconoces; ellos empiezan a quererte.
Recordamos las palabras de tus hermanos: “Este reconocimiento nos alivia mucho, no estamos contentos pero al menos pudimos recuperarlo y podremos tenerlo en un lugar con su nombre y apellido verdaderos. Ahora es un aparecido. Esto nos da fuerzas para seguir luchando, para que aparezcan los restos del compañero Fernández y de tantos otros, esto nos sirve, sepultarlo con los honores que se merece, porque durante años lo tuvimos escondido”.
Es un soplo renovado el testimonio de Clarisa; militante de H.I.J.O.S., que no ceja en la búsqueda de sus padres desaparecidos, y es la confirmación que con los hijos y nietos la lucha sigue y seguirá hasta encontrar justicia. “Ya te recuperamos Beto, ya estás con nosotros y vos sos la semilla desde donde germinarán semillas nuevas, para continuar peleando por el sueño de ustedes. Desde aquí nos das fuerzas para encontrar a todos los compañeros y para seguir la lucha que llevará a la cárcel a tus asesinos”.
Después del compromiso a coro con los “presentes”, muchos fuimos a abrazar a tu mamá Sara admirando su lucha y sufrimiento tan dignos. Al verla te recordamos. Pequeñita, la cabeza erguida sin soberbia, de apariencia débil, sólo de apariencia, porque es fuerte. Aún tiene resto para consolar a los que siguen sin respuestas. Ahí estaban la esposa y las hijas del compañero Fernández con las fotos que nos recuerdan, “no aflojemos”, y ella las abrazó y les transmitió su fuerza.
Juan Alberto Osuna, Beto, Nolo, nació en 1948. Cursó sus estudios primarios en la escuela de su barrio Magnasco de Paraná. Su carácter tranquilo y su buen humor le granjeó el respeto y cariño de sus compañeros y maestras, cariño que nunca defraudó ya que muchos años después colaboró e impulsó acciones para beneficio de su escuela siendo presidente de la asociación de ex alumnos.
Adicto a la lectura y comprometido con las luchas de la época, desarrolló su militancia peronista y montonera en la Juventud Universitaria Peronista de la UTN Regional Paraná, donde cursaba sus estudios terciarios; y en su barrio con las reivindicaciones de sus vecinos. Trabajaba además en la Dirección de Catastro provincial.
Fue secuestrado el 8 de septiembre de 1976 del Hospital Iturraspe de Santa Fe, donde participaba de una reunión con compañeros del lugar. En condición de desaparecido fue trasladado a Paraná.
Pasada la medianoche del 24 de septiembre de ese año se escucharon cientos de detonaciones en Paraná. En esa época y a esa hora el silencio era casi total. En plena dictadura no andaba nadie en la calle y el tránsito era casi nulo.
Los vecinos de calle Rondeau entre Almirante Brown y Don Bosco fueron obligados horas antes a encerrarse en sus casas y no salir bajo ningún concepto porque habría un operativo militar importante. La zona fue virtualmente ocupada por móviles y efectivos policiales y militares. A la casa ubicada sobre Rondeau 1.396 fueron llevados Beto Osuna y Carlos Fernández. Ambos estaban maniatados y salvajemente torturados. Los colocaron en ese lugar conocido como La Tapera y los masacraron con disparos de todo calibre. Más de 300 impactos se corroboraron en el lugar.
Carlos María José Fernández; militante montonero había sido secuestrado el 4 de septiembre en la fábrica Coego de la localidad de Teodolina, provincia de Santa Fe, por cuatro individuos que se identificaron como pertenecientes a la Policía Federal y en presencia de sus compañeros de trabajo.
Se trató de un simulacro de enfrentamiento. La verdad es que fueron masacrados de acuerdo a los valores que tenían los animales de la época. Hubo también un comunicado oficial publicado por la prensa que por supuesto mentía y hablaba de un allanamiento con enfrentamiento armado.
Ante lo publicado, la esposa de Fernández, Rosario Dora Taganone, con quien Carlos ya tenía dos hijas, se presentó en el Comando de Ejército de Paraná, sito en calle 25 de mayo 233. Allí le comunicaron que los subversivos habían sido enterrados en el Cementerio Municipal, en la fosa 71. No podían darle más datos porque los cuerpos no estaban identificados.
Rubén Osuna se entrevistó con el interventor militar de la provincia, general Juan Carlos Trimarco, para preguntarle por el paradero de su hermano. El represor sacó un mazo de fotos, seleccionó una y le dijo: “Este es tu hermano”. Al recibir la confirmación amenazó: “Dejate de hinchar las pelotas porque te vamos a hacer boleta a vos también; está muerto, dejate de joder”, ratificando que había sido enterrado en el Cementerio de Paraná, pero sin precisarle el lugar.
Tiempo después, en búsqueda de respuestas, dieron con el testimonio de un sepulturero que les señaló un lugar donde habían sido tirados desde arriba -para no bajar-, mediante un improvisado tobogán de madera, dos cuerpos, uno grande y uno chiquito; Fernández medía más de 1,85 metros. Beto era petiso. Los enterraron en fosas casi contiguas, que podían ser la 71 y 74.
Por pedido y temor compartido con el informante mantuvieron el secreto, pero marcaron el lugar con un montoncito de tierra, una cruz y una foto.
En 1981, aún en plena dictadura, en ocasión de trasladar los restos del padre de Beto, se robaron el cadáver de su propio familiar y lo llevaron a otro lugar para esconderlo. Así eran las cosas en el país de los derechos y humanos.
Reconocieron el cadáver por una prótesis dental de platino que el Beto tenía. La mamá mantuvo en su cartera todos estos 25 años la prótesis con mucho sentimiento y sabiendo que sería fundamental cuando volviera el tiempo de tener derechos. Así fue. No hace mucho, el Equipo Argentino de Antropología Forense incorporó esta prueba para reforzar los estudios de ADN que corroboraron la identidad de los restos de Beto Osuna. Ahora, siguen trabajando en la ardua tarea de encontrar e identificar los restos de Carlos Fernández en el Cementerio Municipal de Paraná.

El 7 de agosto pasado, después de más de 30 años, fueron formalmente sepultados los restos de Juan Alberto Osuna, de nuestro querido Beto o Nolo como solíamos llamarlo algunos que tuvimos y tenemos el orgullo de compartir con él militancia y sueños. Después de 30 años, familiares, amigos, compañeros, militantes políticos y sociales, organizaciones de derechos

Por eso, por militancia y orgullo, te fuimos a buscar a la morgue de Oro Verde.
Ansiosos esperamos que vinieras como siempre a la cita. Y apareciste y nos emocionaste, con lágrimas que también son tuyas. Venías dentro de una caja chiquita como hecha a propósito para recordar tu estatura; la bandera de la Patria con la estrella federal te envuelve y te hace gigante por merecimiento; y te saludamos como siempre con la tranquilidad y el afecto que se siente estando entre compañeros. Cuando te vimos venir en brazos de tu mamá y de tus hermanos nos empezaste a aliviar la herida. Nolo, no perdés la costumbre de alegrarnos el alma. Así te escoltamos en este viaje, con la alegría de recibir al amigo que viene de lejos y que nunca se ha ido.
Cuando llegamos a tu nueva casa nos sorprendió la cantidad que éramos. Muchos esperaban en un silencio notable, un silencio que no se puede simular. Todo era emoción y respeto. Y ahí estábamos, casi todos. No fue necesario presentarte a los nuevos, vos los reconoces; ellos empiezan a quererte.
Recordamos las palabras de tus hermanos: “Este reconocimiento nos alivia mucho, no estamos contentos pero al menos pudimos recuperarlo y podremos tenerlo en un lugar con su nombre y apellido verdaderos. Ahora es un aparecido. Esto nos da fuerzas para seguir luchando, para que aparezcan los restos del compañero Fernández y de tantos otros, esto nos sirve, sepultarlo con los honores que se merece, porque durante años lo tuvimos escondido”.
Es un soplo renovado el testimonio de Clarisa; militante de H.I.J.O.S., que no ceja en la búsqueda de sus padres desaparecidos, y es la confirmación que con los hijos y nietos la lucha sigue y seguirá hasta encontrar justicia. “Ya te recuperamos Beto, ya estás con nosotros y vos sos la semilla desde donde germinarán semillas nuevas, para continuar peleando por el sueño de ustedes. Desde aquí nos das fuerzas para encontrar a todos los compañeros y para seguir la lucha que llevará a la cárcel a tus asesinos”.
Después del compromiso a coro con los “presentes”, muchos fuimos a abrazar a tu mamá Sara admirando su lucha y sufrimiento tan dignos. Al verla te recordamos. Pequeñita, la cabeza erguida sin soberbia, de apariencia débil, sólo de apariencia, porque es fuerte. Aún tiene resto para consolar a los que siguen sin respuestas. Ahí estaban la esposa y las hijas del compañero Fernández con las fotos que nos recuerdan, “no aflojemos”, y ella las abrazó y les transmitió su fuerza.
Juan Alberto Osuna, Beto, Nolo, nació en 1948. Cursó sus estudios primarios en la escuela de su barrio Magnasco de Paraná. Su carácter tranquilo y su buen humor le granjeó el respeto y cariño de sus compañeros y maestras, cariño que nunca defraudó ya que muchos años después colaboró e impulsó acciones para beneficio de su escuela siendo presidente de la asociación de ex alumnos.
Adicto a la lectura y comprometido con las luchas de la época, desarrolló su militancia peronista y montonera en la Juventud Universitaria Peronista de la UTN Regional Paraná, donde cursaba sus estudios terciarios; y en su barrio con las reivindicaciones de sus vecinos. Trabajaba además en la Dirección de Catastro provincial.
Fue secuestrado el 8 de septiembre de 1976 del Hospital Iturraspe de Santa Fe, donde participaba de una reunión con compañeros del lugar. En condición de desaparecido fue trasladado a Paraná.
Pasada la medianoche del 24 de septiembre de ese año se escucharon cientos de detonaciones en Paraná. En esa época y a esa hora el silencio era casi total. En plena dictadura no andaba nadie en la calle y el tránsito era casi nulo.
Los vecinos de calle Rondeau entre Almirante Brown y Don Bosco fueron obligados horas antes a encerrarse en sus casas y no salir bajo ningún concepto porque habría un operativo militar importante. La zona fue virtualmente ocupada por móviles y efectivos policiales y militares. A la casa ubicada sobre Rondeau 1.396 fueron llevados Beto Osuna y Carlos Fernández. Ambos estaban maniatados y salvajemente torturados. Los colocaron en ese lugar conocido como La Tapera y los masacraron con disparos de todo calibre. Más de 300 impactos se corroboraron en el lugar.
Carlos María José Fernández; militante montonero había sido secuestrado el 4 de septiembre en la fábrica Coego de la localidad de Teodolina, provincia de Santa Fe, por cuatro individuos que se identificaron como pertenecientes a la Policía Federal y en presencia de sus compañeros de trabajo.
Se trató de un simulacro de enfrentamiento. La verdad es que fueron masacrados de acuerdo a los valores que tenían los animales de la época. Hubo también un comunicado oficial publicado por la prensa que por supuesto mentía y hablaba de un allanamiento con enfrentamiento armado.
Ante lo publicado, la esposa de Fernández, Rosario Dora Taganone, con quien Carlos ya tenía dos hijas, se presentó en el Comando de Ejército de Paraná, sito en calle 25 de mayo 233. Allí le comunicaron que los subversivos habían sido enterrados en el Cementerio Municipal, en la fosa 71. No podían darle más datos porque los cuerpos no estaban identificados.
Rubén Osuna se entrevistó con el interventor militar de la provincia, general Juan Carlos Trimarco, para preguntarle por el paradero de su hermano. El represor sacó un mazo de fotos, seleccionó una y le dijo: “Este es tu hermano”. Al recibir la confirmación amenazó: “Dejate de hinchar las pelotas porque te vamos a hacer boleta a vos también; está muerto, dejate de joder”, ratificando que había sido enterrado en el Cementerio de Paraná, pero sin precisarle el lugar.
Tiempo después, en búsqueda de respuestas, dieron con el testimonio de un sepulturero que les señaló un lugar donde habían sido tirados desde arriba -para no bajar-, mediante un improvisado tobogán de madera, dos cuerpos, uno grande y uno chiquito; Fernández medía más de 1,85 metros. Beto era petiso. Los enterraron en fosas casi contiguas, que podían ser la 71 y 74.
Por pedido y temor compartido con el informante mantuvieron el secreto, pero marcaron el lugar con un montoncito de tierra, una cruz y una foto.
En 1981, aún en plena dictadura, en ocasión de trasladar los restos del padre de Beto, se robaron el cadáver de su propio familiar y lo llevaron a otro lugar para esconderlo. Así eran las cosas en el país de los derechos y humanos.
Reconocieron el cadáver por una prótesis dental de platino que el Beto tenía. La mamá mantuvo en su cartera todos estos 25 años la prótesis con mucho sentimiento y sabiendo que sería fundamental cuando volviera el tiempo de tener derechos. Así fue. No hace mucho, el Equipo Argentino de Antropología Forense incorporó esta prueba para reforzar los estudios de ADN que corroboraron la identidad de los restos de Beto Osuna. Ahora, siguen trabajando en la ardua tarea de encontrar e identificar los restos de Carlos Fernández en el Cementerio Municipal de Paraná.
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