“La condena de Von Wernich simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura”, dijo Tati Almeida
“Este martes fue un día histórico”, expresó Tati Almeida, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Visiblemente conmovida celebró la condena del ex capellán de la Policía Bonaerense Christian von Wernich por crímenes cometidos en el marco de un genocidio entre 1976 y 1983 y expresó que el enjuiciamiento del cura entrerriano “simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura”. No obstante, admitió que “aún queda mucho por hacer, porque esta es la punta del ovillo”.
Mabel Tati Almeida -cuya madre es oriunda de Paraná y familiar del ex gobernador radical Raúl Lucio Uranga- destacó que “jamás” imaginó que sería testigo del momento en que Von Wernich recibiera su sentencia. “La condena simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura. Es la primera vez que se sienta en el banquillo de los acusados a un sacerdote que no le hace ningún honor a Entre Ríos”, resaltó la histórica militante. No obstante, admitió que no debe olvidarse que muchos religiosos “enaltecen a la Iglesia”.
Más adelante, no dejó de destacar que “la justicia llegó gracias a la lucha inclaudicable de los organismos de derechos humanos”, y aseguró que la condena del ex capellán concordiense es sólo “la punta del ovillo”.
Al otro día de conocerse la sentencia contra el cura Von Wernich, recordó que luego del juicio participó de algunos festejos: “Cuando llegué a mi casa lloraba de alegría y de tristeza porque siempre tengo presente a mi hijo Alejandro, que tenía 20 años cuando lo desaparecieron”. Militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fue secuestrado el 17 de julio de 1975 por la Triple A y nunca se supo nada de él. “Hablé con él y le decía con alegría: ‘Ale, querido mío, por fin se está haciendo justicia’”, evocó Tati.
Como síntesis de su impresión tras la condena del cura concordiense, expresó que “si en aquellos años la Iglesia hubiese reaccionado de otra forma la suerte de nuestros hijos sería diferente”.
Fuente: A quien corresponda (Radio Del Plata Paraná)

Mabel Tati Almeida -cuya madre es oriunda de Paraná y familiar del ex gobernador radical Raúl Lucio Uranga- destacó que “jamás” imaginó que sería testigo del momento en que Von Wernich recibiera su sentencia. “La condena simboliza la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura. Es la primera vez que se sienta en el banquillo de los acusados a un sacerdote que no le hace ningún honor a Entre Ríos”, resaltó la histórica militante. No obstante, admitió que no debe olvidarse que muchos religiosos “enaltecen a la Iglesia”.
Más adelante, no dejó de destacar que “la justicia llegó gracias a la lucha inclaudicable de los organismos de derechos humanos”, y aseguró que la condena del ex capellán concordiense es sólo “la punta del ovillo”.
Al otro día de conocerse la sentencia contra el cura Von Wernich, recordó que luego del juicio participó de algunos festejos: “Cuando llegué a mi casa lloraba de alegría y de tristeza porque siempre tengo presente a mi hijo Alejandro, que tenía 20 años cuando lo desaparecieron”. Militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fue secuestrado el 17 de julio de 1975 por la Triple A y nunca se supo nada de él. “Hablé con él y le decía con alegría: ‘Ale, querido mío, por fin se está haciendo justicia’”, evocó Tati.
Como síntesis de su impresión tras la condena del cura concordiense, expresó que “si en aquellos años la Iglesia hubiese reaccionado de otra forma la suerte de nuestros hijos sería diferente”.
Fuente: A quien corresponda (Radio Del Plata Paraná)
1 comentario:
AHORA VAN POR LA IGLESIA
“Vamos por los civiles, y por la Iglesia. La Iglesia va a tener que pagar con sus bienes, su complicidad con la Dictadura”
Así me dijo hace varios años un ex sacerdote con frondoso prontuario afín a la guerrilla, a la sazón, “testigo de concepto” en el juicio al padre Christian F. Von Wernich. Me lo dijo muy suelto de cuerpo mientras tomábamos un café en el barrio de Almagro, a media cuadra de su casa, desde donde lo llamaba reiteradamente su concubina. “Mi compañera en la vida”, dirá él. La cúpula de la Iglesia argentina ha hecho lo mismo que ahora le reclama a Von Wernich: “Dejar hacer, dejar pasar”. Y ahora es tarde. Es tarde para “Cartas del Episcopado”, para “Comunicados” tibios, escritos por pusilánimes a los que Jesús vomitaría. Y es tarde hasta para lavarse las manos con excusas infantiles del tipo: “habrá sido a título personal”. Demasiado mutismo el de la cúpula de la Iglesia, como para no ser responsable cómplice por omisión, del plan sistemático que este gobierno ha emprendido contra casi todos los valores cristianos, curiosamente, de la mano de un sinnúmero de curas y monjas. A estas alturas, un “Comunicado” tiene menos peso que un aviso parroquial un lunes en misa de 8.
Al ex Capellán de la Policía de Buenos Aires, Christián (como dice él) Federico Von Wernich, acaban de condenarlo por comentarios bien actuados y mejor guionados: “Me dijo que le dijeron…” “Reclusión perpetua en el marco de un genocidio”. Viendo su mutismo, entiendo que la cúpula eclesiástica de Argentina no alcanza a sopesar semejante desproporción y barbarie. O lo que sería peor, tal vez no le importa. Un sacerdote condenado por su trabajo sacerdotal, mientras sus pares, los cristos en la tierra, lo dejan abandonado a su suerte. Lo niegan mil veces. Le cierran la puerta en la cara. Se rasgan las vestiduras. Lo vieron con sed, y no le dieron de beber. Todo lo contrario a lo que me enseñó esta Iglesia desde chiquito. ¿En qué quedamos?
Condenado por un Tribunal cuyo Presidente prejuzgó en una nota periodística. Condenado por un Tribunal que no escucha. Que no le interesa escuchar. Un tribunal que, solamente: acata. Un tribunal estrictamente hostil hacia una foto con la cara de un muerto por el terrorismo, pero asquerosamente permisivo ante banderas, pañuelos, celulares abiertos, gritos, fotos y comentarios del séquito terrorista. Es decir, un Tribunal parcial. Un capellán condenado por “figuras” que no existen en la legislación.
Derribar el muro de la impunidad, como dice Cristina de Kirchner, levantando el muro de la injusticia… ¿no es acaso levantar un muro peor? Es el fin, justificando los medios.
Veo un Iglesia perdida. Una Iglesia en estado deliberativo, como en los 70.
El Obispo Castrense defiende la Vida con una cita bíblica…y la Iglesia enmudece ante la ira de los asesinos. La Iglesia no puede desentenderse de la historia Argentina. Ella la vivió. Ella se involucró. Parte de ella apañó a los terroristas. De su seno salieron los Firmenich. En su regazo se acunaron los Mujica, los Carbone, los Gill, los Dri, los Puigjané, los Joaquín Núñez, los Gianfranco Testa, ella importó a los Arturo Paoli. Y, cómo negarlo, también parte de ella hizo lo correcto: ser “Romanos”.
Entonces, ante semejante revisionismo histórico sobre hechos que ocurrieron hace más de 30 años, y que este gobierno ha resucitado maliciosamente para abrir heridas, la Iglesia nos debe a nosotros, su rebaño, La Verdad Histórica, y no un silencio cómplice, ni un tibio Comunicado, y mucho menos una asquerosa lavada de manos.
Hace muchos años, el Profesor Sacheri denunció una Iglesia Clandestina. Para que se entienda, una iglesia infiltrada en la Iglesia. Dos Iglesias. Conclusión: Lo Mataron.
El ERP le vació el cargador de la “justicia” 9 mm. en la cabeza, en nombre de la iglesia denunciada. La clandestina. Sacheri volvía de misa con toda su familia. Lo acribillaron delante de sus hijos. No recuerdo ningún comunicado Episcopal. Mucho menos un “arrepentimiento público de sus asesinos”. Su asesinato continúa impune, pero sus hijos supieron perdonar. Pequeña gran diferencia. Pregunto ¿Hay dos Iglesias en pugna?
Transcribo parte de un documento del Consejo Presbiterial de la Diócesis de La Rioja, reunido con la presidencia del Obispo Diocesano, Mons. Enrique Angelelli, llevado a cabo los días 13, 14 y 15 de diciembre de 1.971, ampliada y reafirmada por convivencia sacerdotal realizada del 2 al 8 de abril de 1.972.
“1. La Iglesia de La Rioja asume oficialmente el pensamiento y la acción del Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo…2. Se consideran traidores, a los sacerdotes de la Diócesis de La Rioja que no adhieran a esta línea pastoral…”
Recuerdo aquí que “La nueva Iglesia riojana”, como llamaba el mismo Angelelli a su diócesis, albergaba abiertamente a curas amancebados, monjas alejadas de sus congregaciones, es decir, instaladas irregularmente; y ordenaba sacerdotes que no habían concluido el Seminario. Es decir, “La Nueva Iglesia riojana”, era una Iglesia ad hoc, sui generis. Una Iglesia dentro de la Iglesia. Por eso el pueblo cristiano le dio la espalda. Por eso a Angelelli y sus curas y a sus “monjas minifalderas”, casi lo linchan en las fiestas patronales de Anillaco de 1.973. Desde entonces, la Iglesia argentina ha quedado titubeante. Desde entonces, quienes perdonamos hemos quedado en inferioridad de condiciones. Quienes acatamos el mandato bíblico de poner la otra mejilla, hemos quedado como reverendos pelotudos. A la deriva. Como desde hace cuatro años von Wernich.
Mientras tanto, los terroristas de ayer siguen la lucha. Ellos están en la trinchera. Ellos siguen ahí. Han tomado el poder. Y la Iglesia está muda. ¿O la han enmudecido?
Nadie me lo contó. Yo los vi. Yo hablé con ellos. Tras ser desenmascarada la iglesia clandestina, los curas guerrilleros, o afines a la lucha armada, se escabulleron. Unos pocos curas de Angelelli siguieron en el sacerdocio. Mons. Fabriciano Sigampa. Roberto Queirolo. Esteban Inestal. Antonio Puigjané, Daniellián, Aguedo Pucheta. Y no muchos más. Lo mismo en Corrientes. Lo mismo en Formosa. En Misiones. Lo mismo en Neuquén. Unas pocas monjas de entonces volvieron a sus congregaciones, tras haber estado asentadas de manera irregular allá en los 70.
Los laicos de entonces, los que el tercermundismo preparó para las Ligas Agrarias y las Cooperativas de tierras expropiadas, están aún en sus puestos de lucha. Ahí está Carlos Di Marco, uno de los dos laicos más cercanos a Mons. Angelelli en los 70. Di Marco ha sido el primer laico al frente de una Pastoral, la de Puerto Iguazú con el Obispo Piña. Y allí también están las “hermanas” que escandalizan, renegando en público de la cúpula de la Iglesia. Y la Iglesia…muda. Aún está Rafael Sifre en La Rioja. Compañero de Di Marco, laico preparado en Ligas Agrarias dando “testimonio” en contra de la Iglesia. Su pasaporte setentista, con sellos de toda Centroamérica y media Europa, habla a las claras de cómo la Iglesia Clandestina alentó y cobijó y mantuvo a sus “soldados” a buen resguardo. Y como los ha repatriado para que sigan la lucha. Y ahí está Puigjané, echado de Mar del Plata por Mons. Plaza. Convocado por Angelelli, condenado por el ataque a La Tablada en el 89, abrazando desde la Iglesia, a los enemigos de la Iglesia. Cobijado por sus “hermanitos Capuchinos” de Paz y Bien, hablando pestes de la Iglesia en cada sermón. “Yo no soy de la Iglesia de Mons. Aguer”... sólo hay que llegarse hasta el convento de la calle Naón y escucharlo.
Yo estuve hace un año con el padre Roberto Queirolo y Rafael Sifre en un pequeño departamento de la Avenida Independencia de Capital Federal, donde funciona el sello de la Fundación del Padre “Macuca” Llorens. Se encontraban allí para ir a visitar a la esposa de Alipio Paoletti, autor del libro “Como los nazis, como en Vietnam”. Ella estaba en su lecho de muerte. 30 años más tarde, sus “soldados” estaban a su lado.
Ellos no perdonan. Y “sin Perdón no hay Paz”. Lo tienen muy claro. Y no tienen escrúpulos…por eso vencen.
Mientras el gobierno argentino le declaró la guerra a todos los valores cristianos, un Obispo les alquila el púlpito de la Basílica, a cambio de una restauración con revoque y pintura. ¿En qué quedamos? Mientras algún Obispo defendía la Vida, la Iglesia lo aisló. Mientras nosotros pedíamos alivio ante el diablo, la Iglesia les alquilaba el atrio.
En el día de condena al capellán Von Wernich, en la sala estaba el Pbro. Leonardo Belderrain. Estaba sentado, junto a los que levantan el dedo acusador para alentar el escarnio a la Iglesia. Estaba sentado, junto a los que justificaron matar por la espalda. A los que justificaron poner bombas. A los que justificaron secuestrar, torturar y matar. A los que minaron la Democracia y la República. Junto a los que tomaron las armas justificándose en un cristo revolucionario. ¡Junto a los que me dijeron un día “ahora vamos por la Iglesia…”!! Como Católico Apostólico y Romano, pretendo de la Iglesia un discurso claro. Quiero saber si estoy en la Iglesia de los Belderrain, los Puigjané y los Capitaneos, esa que alienta a NO PERDONAR, avivando por ende el rencor eterno. La que justifica cualquier medio para su fin. Muchos hablan de “dos Iglesias”. También el presbítero Belderrain. Entonces yo quiero saber. Quiero saber si hay una, o dos Iglesias. Quiero saber si cada uno puede hacerla a su medida. Quiero saber…quiero que mi Iglesia me cuente su Verdad terrenal. Que hable sin eufemismos. Quiero saber si todo es igual. Si nada es peor. Si tengo que seguir rezando…o tengo que empezar a llorar. ¿Pido mucho?
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